El proceso electoral estadounidense destaca por una particularidad fundamental que lo diferencia de otros sistemas democráticos: el ganador de la presidencia no necesariamente es quien obtiene más votos populares. Esta característica se debe al Colegio Electoral, un mecanismo histórico establecido desde la fundación del país que determina quién ocupará la Casa Blanca.
El Colegio Electoral está compuesto por 538 electores que representan a los diferentes estados y al Distrito de Columbia. La distribución de estos electores refleja el peso poblacional de cada estado en el Congreso, lo que resulta en una representación desigual. Por ejemplo, mientras California cuenta con 54 electores, estados menos poblados como Dakota del Norte tienen solo tres. Para alcanzar la victoria presidencial, un candidato necesita asegurar al menos 270 votos electorales.
Un elemento crucial en este sistema son los llamados «estados columpio» o swing states, territorios sin una preferencia electoral definida que oscilan entre republicanos y demócratas. Para las elecciones de 2024, estados como Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania, Wisconsin, Carolina del Norte y Nevada se perfilan como decisivos en la contienda entre Donald Trump y Kamala Harris. Estos estados reciben especial atención durante las campañas debido a su capacidad para inclinar la balanza electoral.
Este sistema ha permitido que en ocasiones el ganador de la presidencia no sea el candidato más votado por la población, como sucedió con George W. Bush en 2000 y Donald Trump en 2016. Aunque los resultados suelen perfilarse durante la noche electoral de noviembre, el voto oficial de los electores no se realiza hasta mediados de diciembre, cuando estos ejercen su voto en representación de sus respectivos estados.
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Redacción: Quadro24
Fuente: Reporte especial sobre el sistema electoral estadounidense
Fotografía: Especial